El día 5 de octubre de 1988, tenía una ansiedad muy grande, quería que todo pasara rápido. Me tocaba votar en la Escuela pública N* 20 (hoy Liceo Rosa Ester Alessandri R.) ubicada en Nueva de Matte con Huasco, a dos cuadras de Independencia. Nosotros vivíamos relativamente cerca y salí de casa cerca de las 11 de la mañana, me fui caminando, atravesé Vivaceta, tomé Francia y en la primera cuadra (Escanilla), la sorpresa: Una fila de mujeres que venía desde calle Huasco, por Los Nidos, por Escanilla y doblaba por Francia hacia Independencia y, por supuesto, “resguardadas” por militares con metralleta. Es decir era una fila de más de 5 cuadras largas. Tomé mi lugar y todo era silencio. A veces, se oía un breve y tímido “hola” y ella pasaba a engrosar la fila.
Mujeres de todas las edades, todas silentes, cambiado de pierna de vez en cuando para no sentir tanto cansancio. Mirábamos el reloj de vez en cuando, pero sin ningún comentario. Un alivio cuando enfilamos desde Los Nidos hacia Nueva de Matte por Huasco, ¡nos quedaba un cuadrita ! y ¡ llevábamos más de tres horas, con un sol implacable sobre nuestras cabezas! Y de compañeras las metralletas, todo el camino. Llegamos por fin a la gran puerta, entramos y me tocó votar en una mesa que estaba en el patio, hice la nueva fila, y seguía todo en silencio, militares, vocales y unos “señores” que parecían los antiguos “apoderados” (pero sabía que no eran).
Entré a la cámara secreta (van a tener cámaras decían), y me acordé de Lagos y de Aylwin, y de mi hijo (12) que me repetía todos los días: “Sin odio, sin violencia, sin miedo”, y ahí hice la raya más importante de mi vida.
Volví a casa, con la sensación del deber cumplido, contenta porque además siempre me ha gustado sufragar. Llegó la noche, y con el hijo pegados a la televisión esperamos los resultados. ¡¡Qué manera de saltar y gritar!!
Despertamos al papá, que lo había vencido el sueño, No recuerdo a qué hora nos acostamos. Al otro día fue feliz al colegio, creo que saltaron en los recreos; yo, a trabajar con una sonrisa y una sensación de libertad que logró que los problemas informáticos del Banco de Chile no los encontrara para nada de “terribles”.
Colabora con tu testimonio en Facebook
También al +56 9 7981 6946 en WhatsApp